"No hay nada peor que unos calzones apretados", escuché decir a una mujer en conocida tienda de lencería hace un par de días: -Muchos tipos estarían de acuerdo con semejante afirmación, pensé.
Con todo y que voy a irme al purgatorio cuando muera (suponiendo que existe) porque no puedo considerarme una santa, pero tampoco soy tan pior; confieso que todavía me sorprende la sencillez con la que las personas acceden a un acostón o sexo casual para los políticamente correctos guardianes del lenguaje.
La otra noche, durante una reunión, le pregunté a un amigo qué requisitos debería cubrir una mujer para que él se animara a concederle sus favores, me contestó muy quitado de la pena "que sea del sexo femenino y que esté dispuesta". Eso me aclaró todo. [Usted perdone, querido lector, que, como Jesucristo, utilice siempre alguna historia sencilla para ilustrar mis afirmaciones, pero sé que así me comprende mejor].
Dame ya lo que te pido, que no te pido la vida, de la cintura pa´bajo, de las rodillas pa´rriba, reza una copla popular, que todos pueden repetir y disfrutar.
En fin, para que no digan que soy mojigata, voy a comprarme unos de éstos:
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