viernes, 28 de enero de 2011

Filosofía del labrador


Con frecuencia siento que la vida es un desafío que debo vencer. Tengo este modo de operar basado en el principio de "tomar el toro por los cuernos" porque creo, como Hitler, que las dificultades de hicieron para vencerlas, no para claudicar ante ellas. Hace poco, un amigo sugirió que tengo una actitud bélica hacia la existencia. Nomás que no estamos de acuerdo.

Primero que nada, insisto siempre con aquello de que la agresividad no es lo mío. La mera verdad es que procuro usar la sabia y sencilla filosofía del labrador: con estas mulas tenemos que arar. Aplica para cualquier situación en la vida; sin importar lo que suceda, habrá que salir avante con los elementos con los que se cuentan. Desde que utilizo este principio he dejado de quejarme [más o menos] y he aprendido a ser feliz. Como dice Drexler, "la vida es un tobogán, duele menos soltar la baranda y dejarse llevar".

Por fortuna, he conseguido una colección de experiencias vibrantes. Atesoro recuerdos maravillosos, llenos de goce; aprendizajes invaluables, oportunidades de oro. Aunque en otras ocasiones mi vida no es otra cosa más que una novela rusa... Los reveses se suceden uno detrás de otro.

No. Exagero. Esto es más bien una tragicomedia. Y, aunque finalmente comprendí que la clave es tomar la vida como viene, y sonreír (¡qué dulce puedo ser a veces!), en ocasiones me enojo o la angustia me asalta como un duendecillo travieso y no me deja dormir. Lo buenos es que mis arrebatos dramáticos duran muy poco porque si estoy en esta vida es para buscar la armonía. Ese secreto que a veces es nada más un instante en un concierto, la poesía que se esconde en las flores, un desafío profesional alcanzado o una mirada de complicidad.

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