sábado, 18 de diciembre de 2010

Esto no va a funcionar

Todavía puedo recordar cuando lo vi por vez primera.

Esto mismo puedo decir de casi todos los sujetos con los que alguna vez me involucré, también de los que me gustaban de lejos, aquellos que me hacían suspirar, con los que me hice mucho del rogar y a los que me entregué [metafóricamente... hablo de mis nobles y límpidos sentimientos sin mancha, naturalmente, ¿qué se pensaban?]. Pero lo que ocupa mi mente ahora es ¿qué me atrajo de ellos en primer lugar? La respuesta es distinta en cada caso, pero ni crean que les voy a contar.

Nunca estuve muy interesada en las revistas del corazón, de gustarme, tal vez me habría ahorrado tiempo en llegar a las conclusiones que tanto tiempo y esfuerzo me han costado comprender para desentrañar las sencillas leyes de la atracción sexual.

No es cierto.

Aunque es verdad que el gustito por alguien es multifactorial, las mariposas en el estómago son cada vez más difíciles de invocar. Anhelo aquellos días de la preparatoria temprana en los que idealicé a alguien a tal extremo, que apenas podía hablar con él. ¡Oh, mi Romeo! Al que no llegué a conocer, con quien jamás tuve una diferencia, ¿dónde estás mi perfecta mitad?

Y no me vuelvo a enamorar. No lo digo a la manera de Juanga, ni por las mismas razones. Con los años que tengo, el deseo no basta, pero la empatía y el cariño tampoco son suficientes. Se requiere una combinación de ambos, y de cierta inocencia, cómo no.

Siempre me gustaron las primeras etapas de una relación, cuando el énfasis se encuentra en las similitudes, en la fascinación mutua. ¿En qué momento se puede saber que la apuesta no funcionará? Justo aquí. Ah, es una pena que ahora pueda verlo.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Descubra sus sentimientos


En esta época de tanto frío, le ofrecemos el sencillo pero infalible e inigualable:


Test rápido para saber si es amorrrrr (o no).



Conteste
  • A:
  • B: Un poco, la verdad
  • C: No



1. ¿Piensa en esa persona especial todo el tiempo?
2. ¿Le prestaría su cepillo dental?
3. ¿Le gusta mirarle las nalgas/ojos/senos [según sea el caso] sin reparos?
4. ¿No le importa, ni le apena que lo vean con él/ella?
5. ¿Se da cuenta de sus defectos y de todas maneras le gusta?
6. ¿Se lamenta si no puede dormir con él/ella?
7. ¿Se sacrificaría por su felicidad?
8. ¿Le daría el nip de su tarjeta bancaria?
9. ¿Quiere quedar bien con sus papás?
10. Si no se bañó, usted piensa ¿qué diablos?

RESULTADO:

Mayoría de A: Está usted hasta las cachas. Se recomienda huir antes de perder la dignidad.
Mayoría de B: Esto va a ser rápido y sin dolor (probablemente puede apostar por el placer.
Mayoría de C: No se haga pendejo, yo suyo es pura calentura.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Tragicomedia mexicana


Uno de los rasgos más distintivos -y patéticos- del mexicano es su
impuntualidad, característica bien conocida en todos los sectores del país.
Los pretextos para llegar tarde van desde el tránsito pesado hasta los
más inverosímiles.

El asunto es tan serio que, algunos organizadores han decidido
anunciar los eventos hasta con una hora de anticipación, lo que
ciertamente resulta ridículo, pero he podido observar este fenómeno
en bodas, cenas, ceremonias, conferencias y toda clase de
acontecimientos formales o casuales.

Como yo también he sido víctima de los numerosos sucesos que nos
impiden llegar a tiempo, preferí no molestarme en decir nada hace un
par de días cuando, camino de un compromiso, me detuve en un crucero con
el semáforo en rojo. Como de costumbre, se acercó a mi un sujeto con
una botella llena con agua jabonosa y la tapa perforada, un peladito a
los que se conoce como limpiaparabrisas. Acababa de mandar lavar el
auto así que lo rechacé con un gesto.

Como de costumbre, llevaba el vidrio de la ventanilla bajo,
el tipo no se conformó con la negativa, se acercó a mí, casi se
introdujo al coche para decirme en voz baja (como se dicen las
confesiones de amor): mira, mejor me das lo que traigas, también tu
celular, antes de que saque mi navaja.

Me alteré un poco, lo confieso. Pensé, carajo, no le voy a dar mi
iphone [jaja]. Luego me detuve un poco a contemplar la situación. Tenía
algunos segundos para resolver a mi favor. Hice lo que
cualquiera, fingí que buscaba, al cabo de unos instantes hallé
algunas monedas y tendiéndoselas, le dije: "chale, es todo lo que
traigo". Sonriendo contestó -que Dios te bendiga, y vete con cuidado.

Me marché algo confundida y luego tuve que detenerme un poco para
asimilarlo. ¿La lección? Todavía lo estoy meditando.


miércoles, 20 de octubre de 2010

Así se ve desde acá


Había una vez un hombre que tenía problemas en los ojos, así que fue al doctor para una revisión. Después de reconocerlo, el médico se quitó sus propios lentes y los ofreció al paciente diciendo "con éstos verá perfectamente". El hombre, un poco desconfiado se los probó, luego de unos instantes contestó: "¡no veo nada!". Esta bonita historia que me contó Andrés Roemer durante una entrevista ilustra bien el problema de la perspectiva.

Donde yo veo una payasada ridícula, otros encuentran una idea brillante. Lo que considero falta de diplomacia es visto por otros simplemente como humor. ¿Dónde está el equilibrio? me pregunto una y otra vez. Intento respetar las perspectivas de los demás a través del ejercicio de la abstracción, me digo que considerando aisladamente cada elemento de las ideas de los otros puedo llegar a entenderlas. Y algunas veces lo consigo.

"Mi único problema con el mundo son los demás", me dice un amigo mientras esperamos que comience la función. Recuerdo las ideas recurrentes de mi adolescencia sobre lo feliz que sería si pudiera vivir aislada del mundo, en armonía conmigo misma, pero entiendo que nunca fue verdad. La riqueza del mundo consiste justamente en el hecho de que los otros existan, con sus gustos diferentes, con sus posiciones enfrentadas.

Sí, probablemente sería mucho más fácil si estuviéramos siempre de acuerdo, pero ¿qué sería de este mundo si todos quisiéramos vivir en el último piso, conducir BMW, ir a la playa de vacaciones? Después de todo, me alegra que exista la gente que prefiere beber vodka, así no se acaba el ron; qué bueno que a ti te gusta la lluvia, de cualquier forma te vas a joder mientras disfruto la primavera. Si piensas que no hay nada mejor que una comedia romántica a la manera de Sandra Bullock mientras te atragantas con palomitas, me gusta todavía más lo que hace Jean Pierre Jeunet.

Considerando lo anterior, admito que como experimento sociológico, de vez en cuando me gusta hacer las cosas a la manera de alguien más, puede ser muy divertido.

domingo, 10 de octubre de 2010

¡A los ojos!


Mi más grande debilidad hacia los niños nada tiene que ver con su inocencia, ni con su capacidad de sorpresa, tampoco su frecuente y abierta sonrisa, y aparente confianza en el mundo me conmueven; la cualidad única que me resulta irresistible en ellos es esa mirada directa y penetrante que insisten en lanzar. Eso me desarma en su presencia, es como si esgrimiendo los ojos como dos flechas, me atravesaran el alma.

Es una verdadera pena que no todos conservemos esa capacidad de enfrentarnos a los otros con valor y dignidad, pienso. Pero reconozco que es difícil sostener una mirada, a veces me parece que algo va a estallar en mí si no esquivo un par de inquisitivos ojos, con todo, si se presenta la ocasión, no dejaré de intentarlo.

En algún lugar leí que es el instinto el causante de que las personas se sientan incómodas con las miradas fijas de los otros, al parecer, en esa circunstancia nos sentimos amenazados como consecuencia de una herencia biológica milenaria.

Por eso, recuerdo un momento reciente en que me encontraba frente a alguien que me importa, a quien trataba de transmitir un mensaje significativo. Me sorprendió que me pidiera que lo mirara a los ojos. No podía dejar de reír, tal vez porque la vida es un asunto demasiado importante como para tomarla en serio, como dijera Wilde. Hice acopio de fortaleza y dije lo que debía.

Intentaré en el futuro probarme y medir a los otros con este sencillo principio, aunque debo andarme con cuidado: Hay miradas que secan milpas.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Manos arriba, calzones abajo

"No hay nada peor que unos calzones apretados", escuché decir a una mujer en conocida tienda de lencería hace un par de días: -Muchos tipos estarían de acuerdo con semejante afirmación, pensé.

Con todo y que voy a irme al purgatorio cuando muera (suponiendo que existe) porque no puedo considerarme una santa, pero tampoco soy tan pior; confieso que todavía me sorprende la sencillez con la que las personas acceden a un acostón o sexo casual para los políticamente correctos guardianes del lenguaje.

La otra noche, durante una reunión, le pregunté a un amigo qué requisitos debería cubrir una mujer para que él se animara a concederle sus favores, me contestó muy quitado de la pena "que sea del sexo femenino y que esté dispuesta". Eso me aclaró todo. [Usted perdone, querido lector, que, como Jesucristo, utilice siempre alguna historia sencilla para ilustrar mis afirmaciones, pero sé que así me comprende mejor].

Dame ya lo que te pido, que no te pido la vida, de la cintura pa´bajo, de las rodillas pa´rriba,
reza una copla popular, que todos pueden repetir y disfrutar.

En fin, para que no digan que soy mojigata, voy a comprarme unos de éstos:

lunes, 30 de agosto de 2010

La salida es por acá...


Ahora que me doy cuenta, veo todas, toditas, toditititas mis proyecciones se han cumplido de una manera o de otra. Cada pensamiento que tuve se convirtió en un hecho tangible, en un acontecimiento indiscutible. Carajo, me digo, la única diferencia entre Dios y yo es que él es barbado.

Y así es, mis ideas han ido moldeando mi vida como hacen el viento y el agua con el paisaje, --a usted, querido lector, le sucede lo mismo; aún cuando no haya querido darse cuenta--. No importa si fueron fijaciones positivas o negativas, se volvieron cosas, experiencias o personas de carne y hueso que caminan.

En adelante usaré el poder de mi mente para construir mundos inauditos.

domingo, 29 de agosto de 2010

¡Tengo miedo!


Los miedos en el siglo XXI son el fenómeno más pronunciado en las voces de los ciudadanos y forma parte de la vida cotidiana en muchas familias porque la incertidumbre económica, la inseguridad social, la alteración climática y nuevas amenazas naturales, las guerras permanentes, el crecimiento incontrolable del crimen organizado y los riesgos informáticos han demostrado cuan frágiles somos y la carencia de recursos que tenemos para afrontar los escenarios cambiantes y las coyunturas impredecibles que vivimos a diario.

El poder termina donde comienza el miedo: Estamos aquí para vivir gustosamente todo lo que la vida tenga para ofrecer, para aportar nuestras ideas al mundo y mostrar nuestra excelencia personal. La civilización se basa en un acuerdo y en estos tiempos se nos reclama ofrecer al mundo, nuestra visión de armonía y cooperación. Busca los valores nobles y vive con intenciones honestas. Asume tu poder personal, acepta la responsabilidad en tu vida... El poder de vivir bien y prosperar es algo que debe crear cada uno, de modo que debes sembrar la semilla para un elegante cambio en el jardín de tu mente.

Entramos al túnel de la inseguridad y la angustia, nada ni nadie puede dotar de sentido y seguridad a las demandas ciudadanas, el Estado se acható, la globalización rompió las fronteras y soberanías nacionales, los poderes de facto del mercado imponen la política económica, los movimientos sociales derrumban entramados institucionales y la certeza se diluye en un mar de contradicciones y sin encontrar una dársena donde anclar la seguridad y desalojar los miedos de las subjetividades colectivas.

El uso sano del miedo tiene su sentido y puede servir como una voz de alarma para que no te acerques demasiado a un precipicio. Cuando te acercas a un verdadero peligro, tu cuerpo siente un auténtico sofoco de energía, pues la amígdala envía señales de luchar o huir. Nuestra mayor prueba consiste en hacer que el cuerpo supere el miedo. Cuando el centro del miedo se activa constantemente y se convierte en un hábito, la mente no puede pensar claramente. Cuando cambies tu actitud, cambiarás también tu vida individual y colectiva. En todas partes del mundo se están dando cuenta de que es necesario reorientar la dirección de la atención global hacia la honestidad e integridad, valorando la paz y honrando y cuidando respetuosamente la Tierra y todas sus criaturas.

El miedo en la sociedad es, entonces, inconmensurable debido a su manifestación en lo extenso de la capilaridad del cuerpo social y con diversas expresiones. Existen los miedos a ser pobre, a quedar excluido, perder la vida, llegar a desemplearse o estar enfermo por epidemias emergentes, quizás a no contar con su familia o la desaparición de sus padres, en fin, hay diversos miedos pero siempre existe una fuente de miedo porque no existe el miedo a lo desconocido sino al ente, sujeto o factor que lo determina.

La humanidad se está poniendo a prueba para ser mucho más consciente de cómo utilizar el poder del pensamiento. Hemos nacido con muchas habilidades; sin embargo, nuestras creencias insisten en el hecho de que somos impotentes; por eso, esas habilidades están bloqueadas. La clave para solucionar la crisis planetaria se halla en el humilde reconocimiento que la humanidad ha desarrollado una especie de miedo colectivo ante el poder de crear.

Todo es perspectiva, mis queridos hermanos.

Itálicas: citas de Arquitectura política del miedo, de Robinson Salazar

Negritas: extractos de Recuperar el poder, de Barbara Marciniak

Ahora los dejo. Si les apetece, vean nomás lo ridículos que se ponen cuando le temen a cualquier cosa...




miércoles, 25 de agosto de 2010

Why can't we be friends?


Que alguien me explique, ¿por qué si le dedicas una sonrisa a un tipo asume automáticamente que le estás coqueteando? Jelouuu. Siempre digo que las relaciones humanas son bien complicadas pero no, lo complicado es lidiar con la tendencia de algunos a pensar mal.

Entiéndelo de una buena vez, los hombres y las mujeres no pueden ser amigos, insiste Eli, mi amigo el guionista. Es lo mismo que Billy Crystal dice a Meg Ryan en When Harry met Sally:

H:Los hombres y las mujeres no pueden ser amigos porque siempre se interpone la parte sexual S: Estás equivocado, yo tengo muchos amigos y para nosotros, el sexo no cuenta para nada H: No es cierto S: Sí es cierto H: Tú crees que es así S: ¿Insinúas que me acuesto con todos mis amigos sin saberlo? H: No, pero todos ellos quieren acostase contigo S: No es cierto H: Sí es cierto S: No es cierto H: Sí es cierto S: Y tú ¿cómo lo sabes? H:Porque ningún hombre puede ser amigo de una mujer a la que encuentra atractiva, siempre quiere acostarse con ella S: Según tú, un hombre sólo puede ser amigo de una mujer si no la encuentra atractiva H: No. Si es amigo de una mujer a la que no encuentra atractiva, igual querrá acostarse con ella. El sexo siempre está presente, por lo que la amistad está condenada y ese es el fin de la historia

Pero yo necia.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Consumir / producir


Millones se despiertan temprano y se preparan para trabajar en aquello que odian, lo hacen porque deben comprar lo que no necesitan. Pero eso sí, los fines de semana hay que salir de parranda, no se perdona la borrachera, y cada domingo es un tormento que se mitiga con alguna película palomera.

Nuestra sociedad ha alcanzado un grado interesante de sofisticación, los dispositivos desarrollados en los últimos años nos permiten estar comunicados todo el tiempo, las máquinas hacen muchas cosas por nosotros y una gran cantidad de información está al alcance de todos. Ahora más que nunca contamos con las herramientas para estar sanos y felices, para cumplir nuestros sueños.

Por desgracia, los grandes conflictos de todos los tiempos continúan sin resolverse, las personas no saben cómo alcanzar la plenitud y la felicidad. Una vez más hay que culpar al sistema. Nos enseñaron que debemos tener y producir, nos hemos olvidado de valorar lo que tiene verdadera importancia: descubrir y cultivar nuestros talentos, hacer lo que más nos gusta, ser capaces de dar y recibir amor, cuidar nuestro cuerpo, observar la naturaleza. Debemos recuperar lo que hay de humano en nosotros y olvidarnos de las patrañas de las que quieren convencernos, ahí está la clave.

martes, 3 de agosto de 2010

Espejito, espejito...


Dormimos, comemos, nos aseamos cada día (al menos es lo deseable). Y sin embargo, pocas veces reparamos en las implicaciones de tener un cuerpo.

Ya puedo ver a más de uno quejándose de que ésta es la única forma de existir, se equivocan; pero no abundaremos en eso, sino en lo otro.

El 90 por ciento de la información que transmitimos se da a través del lenguaje corporal, y la mayor parte del tiempo no somos ni remotamente conscientes de ello. No todos saben que, por ejemplo, cruzar los brazos sobre el pecho durante una conversación es una clara señal de autoprotección y hasta de rechazo hacia el interlocutor.

El atuendo es otra forma de discurso. Nos vestimos por muchas razones; por pudor, por higiene y para protegernos del medioambiente principalmente, pero además decimos mucho de nosotros mismos por medio de la ropa.

El gimnasio --ese recinto de la vanidad y la desesperación-- es uno de los mejores lugares para apreciar todas esas cosas, es muy divertido mirar a los hombres inflados con esteroides anabolizantes (utilizados comúnmente para engordar ganado). ¿Quién les ha dicho a estos tipos que a las mujeres nos gustan los músculos gigantes?

También me gusta ver ligar a la gente en ese sitio, todo parece indicar que no ha pasado el tiempo desde la era de las cavernas. Ellos hacen alarde de fuerza y resistencia, mientras las señoritas pretenden ser florecillas indefensas, me encanta. Lo mejor es cuando se miran al espejo mientras jalan y hacen gestos, ufff. No se lo pierdan.

jueves, 1 de julio de 2010

Somos todos

Al transitar por la enorme ciudad de México (mi hogar), tengo la impresión de que me convertí en un fantasma. Pasa incluso en zonas que me resultan familiares. Con frecuencia salgo de casa a dar paseos en bicicleta por los alrededores —siempre es mejor ir al bosque pero cuando no se puede, me conformo con andar por la colonia— y entonces descubro que soy ajena a todos los presurosos compatriotas que me encuentro por ahí.

La gente no tiene la costumbre de saludar a nadie en la calle ni prestan atención a los demás, y a todos nos parece muy normal. Es un fenómeno de las grandes urbes, supongo: la triste pérdida de sensibilidad. Esto da cuenta de algo mucho más grave, la falta de sentido de comunidad que tanta falta en este tiempo.

Recuerdo con nostalgia mi viaje a la Habana, donde la gente te aborda por la calle abiertamente, sólo para conversar y siempre con alegría (sí, ya sé que en una de esas, algunos me vieron cara de pasaporte, me da lo mismo). En mi país, las personas son tan recelosas que pocas veces se atreven a cruzar palabra con los extraños. Hace falta un mundial o una desgracia como el terremoto de 1985 para que los mexicanos se sientan unidos.

Me dieron ganas de llorar cuando en Guadalajara, Jalisco, pude ver con mis propios ojos la patética y ya célebre pinta que reza: "Haz patria, mata un chilango". Pero luego, cuando fui a Mérida, lo comprendí todo. En esa bellísima ciudad, las personas respetan el acuerdo uno por uno cuando van en el automóvil, dan el paso al peatón y son siempre gentiles cuando preguntas por una dirección.

Acá, la gente te deja ir el coche sin miramientos. Cuando conduzco, me doy cuenta de que es una regla de subsistencia: Al volante [como en la vida misma] a veces hay que aventarse. Sin embargo, hago un esfuerzo por poner las intermitentes, dejo pasar a todo el que me pide permiso, trato de sonreir y hablar a los desconocidos porque quiero que las cosas cambien en este lugar y no me queda más remedio que empezar por mi.

lunes, 28 de junio de 2010

Todo se vale


Cuando pienso en la alarmante cantidad de ocasiones en las que (como se dice coloquialmente) "la he cagado", me quedo patidifusa. Y eso que, en honor a la verdad y por fortuna, hasta el momento mis errores no son ejemplares: no erré la vocación ni me casé con un imbécil, tampoco tengo fallos en pañales...

Lo malo es que en mis desaciertos, a veces le falté a personas que quería, o arrastré conmigo a gente inocente. Y, lo más importante, tuve que perder algo de mi precioso tiempo en reparar lo que había hecho. Lo bueno es que siempre me perdono y sigo intentando. De cualquier manera, como todos, me equivoco muchas veces, y sé que volverá a suceder por aquello de mi condición humana.

La cosa es que siempre que he estado a punto de meter la pata, normalmente algo me decía: por ahí no camines. Pero yo necia. [Estoy segura de que usted, amable lector, me comprende]. Por eso, he observado que lo más prudente es hacer una pausa cada vez que estoy por perturbar el justo y perfecto orden del universo. Y así, cuando me vuelva a equivocar, que sea con los ojos bien abiertos. Se vale hacer tonterías, pero hay que ser consciente de que eso implica ciertas consecuencias, y esas sí que no se pueden despreciar.

miércoles, 23 de junio de 2010

Siempre me pasa lo mismo

Nos quejamos incansablemente, jodemos al terapeuta, a los amigos y familiares con las mismas broncas, lo de siempre, idénticos cuentos (quizá cambian de nombre pero la trampa es igual). Ellos, comprensivos, escuchan y a veces, nos dicen lo que no podemos ver: qué estamos haciendo mal.

Luego nos encontramos del otro lado, prestando oídos. Y sabemos exactamente dónde la está cagando el otro, es muy fácil cuando no estás nadando en ese caos.

Cada día aceptamos el desafío de la abstracción, y la tarea de diseccionar la propia vida, analizamos dónde está el quid de la situación par llegar al mismo punto: hacemos las mismas cosas esperando distintos resultados.

Por eso, aquí les va la receta:


lunes, 21 de junio de 2010

No lo hagas en público


Entre tantos artículos que llevo conmigo en el bolso, se encuentra siempre un libro. Así, cuando veo que la cosa no está buena, me dispongo a leer tranquila y felizmente, como hice ayer que estaba de compras con mi madre durante una de sus largas sesiones de búsqueda de calzado. Mientras ella se probaba decenas de modelos distintos, yo tenía un idilio con Leszek Kolakowsky, uno de mis filósofos favoritos.

Me había sentado en una de esas bancas largas donde posan su trasero las ñoras que quieren zapatillas nuevas y entonces se me acercó un pequeñín, su madre se apresuró a reprenderlo: "Deja en paz a la señorita, que está estudiando porque mañana tiene examen". Tuve que reir.

jueves, 17 de junio de 2010

Miseria

Los miro en las calles, a los otros, los extraños. Todos me dan envidia, ninguno se me escapa de ese triste sentimiento, le dedico unos segundos a cada quien y luego pienso: "éste sí pudo dormir".

miércoles, 16 de junio de 2010

Se busca hombre perfecto


Pocas veces en la vida me ha sucedido lo que me ocurre ahora: no me gusta nadie, ¡carajo! Es una verdadera tragedia. Aunque a la misma vez es una buena época para dedicarme a otras cosas que me importan de verdad como mi vida profesional, la literatura, el cine y otros proyectos personales ultrasecretos.

Con todo, a veces me pregunto qué es lo que busco en un galán. Esas cosas hay que tenerlas bien claras. Primero que nada, he decidido que tiene que ser bueno, es decir, gentil y noble de espíritu, con todas esas cualidades cursis como la generosidad y demás. Desde luego que debe tener seguridad en sí mismo, no me apetece uno de esos tipos apocados que son lindísimos pero se ponen de alfombra.

Lo quiero también caballeroso, que abra la puerta del auto, que pague la cuenta, que camine del lado que le corresponde de la acera (no, no soy feminista). Desde luego que puedo salir solita del coche y también pagar mis consumos. Soy una mujer independiente pero quiero, en resumidas cuentas, un novio que me trate como reina.

Otra de mis exigencias: que sea trabajador --no hace falta decirlo si ya precisé que a él le toca pagar la cuenta-- pero la ambición es algo fundamental en la vida. Y (muy importante), guapo; bueno, con que a mí me lo parezca es bastante. En lo que sí soy irreductible es en mi solicitud de que sea culto, que le guste la música, el arte y viajar, ¡oh sí!

Como no me gusta practicar la autopromoción, no voy a enlistar mis virtudes, además no terminaría nunca (ja). Lo que sí diré es que soy fiel como perro de ciego y buena cocinera.

Casi lo olvido, que sea soltero, por favor...

domingo, 6 de junio de 2010

¿Romper el pasado?


Olvidar es divino y fuerte la fuerza del destino.
Andrés Calamaro

Todos guardamos viejas fotografías, boletos de avión, postales y otras referencias del pasado que sirven para construir la propia historia (algunas certezas provienen de la comprensión de lo que ya fue). Si no contáramos con esos elementos, tal vez, luego de algún tiempo perderíamos momentos que un día valieron algo.

Muchas veces hay que dejar atrás el ayer para continuar sanamente. Por eso, siempre que voy a echar a correr, tengo la tentación de borrar y romper los testigos de mis huellas. Hasta cuento con una simpática anécdota al respecto que relataré a continuación:

Estaba comenzando una relación que me tenía muy entusiasmada, esa mañana el sujeto en cuestión me dijo que le gustaría ver fotos mías y yo prometí mostrarle un álbum. Antes de salir, le di un vistazo, tenía varias fotos en las que aparecía con exnovios. Lo pensé un momento y al final me decidí a arrancarlas. Como no estaba segura de destruirlas, las coloqué por ahí y me fui.

Pasaron algunos meses desde entonces, mis libros fueron a dar a casa de él (según quesque ya era muy formal la cosa) y una tarde estábamos acomodándolos. De pronto, descubrí las fotos incriminadoras, todos esos ojos remotos estaban ahí, como muertos mal enterrados, mirándome desde un rincón lejano. Rápidamente cerré el tomo y lo aparté. Mi entonces amorcito inquirió: "¿qué pasa, viste algo malo? te pusiste pálida". Luego admitió haberlas encontrado antes, dijo que le supo mal ver aquellas fotos, pero al final comprendió que había pasado mucho tiempo y no tenía por qué sufrir.

Desde luego que terminé por romper todo aquello, pero ahora que también terminó esa historia --y hasta he tomado más fotos--, me pregunto si ese arranque estuvo bien. Por eso, ahora lo estoy pensando mejor antes de romper el pasado, que después de todo forma parte de lo que soy, aunque ya no tenga importancia más que como base de algún recuerdo añejo.

viernes, 4 de junio de 2010

Antigadget


Por más que hago la lucha, nomás no consigo entrarle al mundo de la tecnología, tengo un amigo que dice que soy como mujer de los años 50, y tiene razón. Prefiero leer, ponerme a hornear galletas o tejer una bufanda antes de leer la guía de instrucciones para usar mi computadora más allá de checar mails (porque el instinto pa moverle no lo tengo y siempre que le meto mano, termino por no saber cómo salirme de dónde me metí). A veces desearía ser hábil con las máquinas, como tantos otros pero no me inspiran amor. Prefiero la compañía humana ¿qué le voy a hacer?

Sigue siendo cómico tener que explicarle por enésima ocasión cómo usar el reproductor de dvd o cómo encontrar un canal en la guía de cablevisión a mi progenitora, pero por otro lado, la comprendo. Las broncas que tienen las mamás con los dispositivos electrónicos son solamente un asunto generacional, normalmente, la gente de mi edad sí sabe usar sus dispositivos. Pero si yo entiendo de los programas que uso para la chamba es porque la cosa es de vida o muerte.

Por eso llevo varios días usando mi viejo celular de lo más equis wey, en lugar de abrir mi nuevo iphone 3Gs, que adquirí por puritita persuasión --que es una de las mil razones equivocadas para hacer las cosas--. Ya sé que está bien fácil, wey, que nomás te metes a la página de apple y ahí te dice cómo, que "es más, si lo abres, solito te va diciendo". Es más, creo que si consigo abrirlo algún día, hasta me va a gustar. Pero ash. Ahí con los años, a ver si me apetece.

martes, 25 de mayo de 2010

Hola y adiós

¿En dónde radica el misterio de los encuentros casuales?

En la rutina, quizá. Si nos topamos con gente conocida en cada esquina es probablemente porque no podemos (o no deseamos) escapar de los hábitos que hemos construido cuidadosamente a través de los años. O acaso la respuesta se esconde en la magia de la vida, en el hecho de que hay momentos en los que precisamos algo que ha de darnos esa persona con la que hemos dado de frente. Aunque probablemente sea sólo la fatalidad, la fuerza de lo inevitable.

Como sea, lo que realmente me obsesiona es la forma en la que las personas salen de mi vida. Cuando nos sentimos felices al lado de alguien, simplemente esperamos que eso dure para siempre, no nos damos cuenta de lo absurdo de esa idea. Al cabo de un tiempo, las cosas se rompen o se cagan. He pasado horas analizando este proceso, utilizando para ello, múltiples casos de mi propia historia.

Siempre ha sido doloroso. Con los años y los truenes (con amigos y parejas) lejos de considerarme una experta en rupturas, puedo decir que cada vez es un poco peor. Pero vamos a las razones: he mandado al carajo a los que consideré traidores, a los que estafaron mi confianza y mi cariño. Supongo que los que se alejaron de mi pueden alegar lo mismo, aunque en mi defensa diré que procuro ser leal.

Cada despedida arrastra tantos recuerdos hermosos, tantas herencias. La gente se va, pero nos deja un poco de lo que son; una alegre canción, alguna filosofía, el gusto por la comida china... Yo hago votos por haber dejado algo bueno tras de mí en aquellos que llegaron a conocerme. Me disculpo si a veces no lo logré.

Lo que nunca entendí es el cuento de la gente que permite que sus relaciones se desgasten, que mueran lentamente. Eso nunca me pasó. Veremos si un día sucede. Después de todo, se encuentra uno de todo en esta vida. Eso es lo mejor (a veces lo único que vale para mi), nunca sabemos lo que vendrá.

lunes, 24 de mayo de 2010

Tenemos tiempo

Hace un par de meses, un físico (esos tipos sí que saben cómo funciona el mundo, jojo) me contó que según la teoría de cuerdas, el tiempo puede ser considerado como una dimensión más. Hace ya varias décadas, Einstein explicó que puede comparársele con un río, pues en algunos puntos del universo, corre a gran velocidad, mientras que en otras, va más lento, incluso a veces es caótico.


Yo me lo imagino caudaloso, supongo que atraviesa montañas, llanuras y desemboca en una cascada que luego termina en laguna [cuando me recreo con estas imágenes mentales, no puedo evitar recordar a Bob Ross]. Como todo río, éste tiene veloces corrientes internas, aunque en algunos tramos es más bien lento, por la noche sube la marea por el efecto que la luna ejerce sobre él.


Me llama la atención la actitud que las personas toman con respecto del tiempo, mientras muchos viven en el pasado, atormentados por lo que no volverá, lo que no pudo ser o por lo que no pueden cambiar, otros sueñan con un futuro mejor. Por mi parte, siempre imagino que mi vida es como un viaje en tren, algunas veces comparto un tramo del recorrido con alguien, puede ser un encuentro afortunado, pero luego, casi todos tienen que bajar de la nave. Así que casi no tengo oportunidad de mirar atrás.

viernes, 14 de mayo de 2010

Es cierto

La verdad es sólo un cabo suelto de la mentira
Joaquín Sabina

Procuro decir siempre la verdad. Lo hago, ciertamente, porque considero que es una manera de evitar problemas futuros, se puede decir que soy muy marica y en ello radica el secreto de mi honestidad. Cuando tengo que mentir, me invento las cosas más inverosímiles, así me divierto. Muchas veces consigo que se traguen mis cuentos, tengo crédito porque como dije antes, los que me conocen saben que soy de fiar… luego termino siempre por confesarlo todo. Soy mejor que mi reputación.

Pero volvamos a la vida cotidiana: Supongamos que me encuentro tomando café con un amigo, debo relatar algún acontecimiento que tuve ocasión de presenciar, trato entonces ir paso por paso, me concentro e intento apegarme a los hechos. De pronto me doy cuenta de que abuso de ciertos recursos, digo cosas como “desde donde me encontraba pude ver…”.

Al otro día, mientras tomo un baño, hago una de mis reflexiones habituales (lo que quiere decir que le doy vueltas a las cosas hasta que surge una idea súper volada) y concluyo que pude haber estructurado la misma historia de mil formas distintas, alterando la experiencia sólo en detalles nimios que no pudieran considerarse de forma alguna mentiras, simplemente posibilidades. Es decir, pienso que cuando ocurre un acontecimiento específico, hay muchas cosas que pudieron haber sucedido en su lugar, lo que implica que de alguna manera, la mentira ocupa un sitio más importante en el campo de lo posible que la verdad misma.

Uno de los temas de debate más recurrentes durante mi paso por la escuela de periodismo era, como sabrán, el de la existencia de la objetividad. Naturalmente, siempre defendí el derecho a ser parcial, ííí’ñor. Si Protágoras dijo que el hombre es la medida de todas las cosas, afirmo que soy yo la medida de todas las cosas. Y siempre estoy pensando en lo mismo, Shopenhauer tenía razón: El mundo en que se vive depende, ante todo, de la interpretación que se tenga de él. Y nadie tiene el absoluto, somos seres inacabados, estamos siempre aprendiendo, apuesto la cabeza a que moriré sin haber visto todo lo que hubiera querido.

jueves, 22 de abril de 2010

Pensamiento mágico II


¿En qué me quedé?

Ah, sí. En que siempre encuentro que más y más personas sabias comparten mi opinión (o yo comparto la suya, pues). Platón, por ejemplo, ilustra bien la convicción de una verdad oculta en el mito de la caverna, en el que se refiere a unos hombres que permanecen atados en el interior de una cueva, obligados a mirar en una sola dirección en la que sólo pueden ver sus propias sombras proyectadas por el fuego que arde detrás.

¿Vieron Matrix? Ah, pues por ahí va la cosa también. Para mí, la vida cotidiana nos ofrece el mismo discurso. Es una lástima que generalmente las personas tengan una visión precondicionada de la realidad. Esa es una de las razones por las que no estoy muy clavada con el "si yo hubiera", ni con la idea del destino. Lo que a mí me tiene atrapada es más bien la fatalidad, y es que hay algunos acontecimientos o circunstancias de la vida que se me antojan inevitables, y lo que pienso siempre es que hay una lección detrás. Lo digo simplemente porque he observado que todos tenemos ciertas "debilidades" en las que caemos una y otra vez, y no es hasta que nos damos cuenta de eso y nos convencemos de que hay que cambiar, que lo que sucede a nuestro alrededor cambia también.

Esto me lleva al antiguo principio: "Conócete a ti mismo", (advertí que soy una romántica sin remedio, así que por favor no me tiren piedras). Bien, pues yo creo que todas las personas tienen en realidad un ser luminoso agazapado en su interior, sí, sí, algunas veces muy adentro, pero ahí debe estar. Según mis cálculos, el problema es que ¡no lo saben! Entonces no pueden apreciarse a sí mismos y como consecuencia, no aprecian a los demás. Se los pondré de una forma práctica, como una parábola —bueno es una historia de la vida real—: Cuando yo estaba en la universidad, tenía una profesora madura y malencarada, que disfrutaba dando malas notas, todos sabíamos que era soltera, a lo que comúnmente se atribuía su mal carácter. No era particularmente fea, pero tenía mala actitud. Se odiaba a sí misma y por eso odiaba al mundo.

¿Qué sucede cuando te acercas amable y sinceramente a esa clase de gente? Tal vez toma tiempo, pero al final, terminarán por ser amables a su vez. Lo que significa que la gente hostil esconde a una persona maravillosa. Comprobado. Todo es una cuestión de actitud. ¿No han visto esas parejas de hombre muy feo con mujer guapísima? Ah, pues seguramente el tipo sí que se la creyó.

Los dejo con un compendio de la forma en la que describieron la vida los cuatro judíos más influyentes de la historia:

Jesús: Todo es amor
Freud: Todo es sexo
Marx: Todo es dinero
Einstein: Todo es relativo

Es un chiste de Palou que escuché por ahí.

viernes, 16 de abril de 2010

Pensamiento mágico I


Siempre he pensado que hay algo oculto detrás del mundo aparente, algo que terminaré por descubrir o que me será revelado de forma especial. Mis detractores (ja) me acusan de padecer pensamiento mágico, que es lo opuesto al pensamiento lógico, es más frecuente en los niños y además constituye uno de los síntomas de la demencia. Dicho lo anterior, admito me da lo mismo, disfruto enormemente mis ideas. Paso horas enteras reflexionando sobre el significado que puede tener algún acontecimiento casual, un encuentro, por ejemplo [digo que todo encuentro casual es una cita].

Y sí, soy una buscadora de coincidencias. Me burlo de esto a menudo, pregunto ¿será una señal? cada vez que se puede porque también me divierte esta postura pero la verdad es que a la misma vez, es algo que me tomo muy seriamente. No me ofendo cuando alguien me dice que no cree en nada que no pueda ver o que "esté comprobado científicamente", más bien me da un poco de pena, porque soy una romántica, no quiero pensar que el amor equivale a comer grandes cantidades de chocolate; no me gustaría perder esta parte de mi que susurra y a veces grita que los milagros son hechos cotidianos, sólo que algunas veces las personas no desean darse cuenta.

Entiendo que todo esto es una cuestión de enfoque, pero esta cuestión es tan vieja como el mundo, ya Aristóteles señalaba que nuestros cinco sentidos resultan insuficientes para conocer el mundo. Bueno, me voy porque es viernes y hoy aslgo temprano de la oficina. Luego le seguimos.

jueves, 8 de abril de 2010

Malos pensamientos


No sorprende que cuando alguna persona se retrasa, los que esperan se dediquen a especular que algo malo debe haberle ocurrido. —¿Y si le pasó algo? Sugiere una voz... Se quedó dormida, está atrapada en el pesado tránsito de la ciudad, se encontró a su mejor amigo de la infancia y decidió ir con él a tomar un café, o de plano le dio flojera venir, pienso yo. Y me pregunto una vez más, ¿por qué diablos, la gente siempre se inclina hacia la negatividad?

Permítanme señalar que nos encontramos frente a otra trampa del sistema [jojo, los descubrí]. Es como si estuviéramos programados para enfocar nuestra mente en cosas negativas. Si amas a alguien debes preocuparte por él, se dice. ¿En serio? ¿No funciona mejor mandarle buena vibra, desearle lo mejor, hacerle saber que puede contar contigo si llegara a necesitarlo?

Ah, pero desde que somos muy jóvenes nos enseñan a tener miedo y después pánico. ¿Recuerdan el pánico que desató la "epidemia" H1N1? En un sólo día escalamos de la alarma 3 a la 6 —la más alta, según esto— entonces cerraron los restaurantes, las escuelas y se paralizó la economía de todo el país. Todos estaban apanicados, pobre del que estornudara en un lugar público, era señalado como una amenaza mortal. Claro que ahora podemos estar tranquilos, nos van a meter una vacuna y ya no nos vamos a morir. Lo curioso es que yo no conozco una sola persona que haya contraído la enfermedad. En fin. Tal vez no conozco a tanta gente...

Les dejo un bonito link, es muy interesante: http://www.youtube.com/watch?v=nTgyakGAddM

lunes, 5 de abril de 2010

Nada que perder


Cada vez que me siento un poco abatida, o quiero recordar que algo ha cambiado en mi vida, me hago recortar el cabello. Tal vez porque no me atrevo a dejarlo todo para recorrer el mundo, ésta es una de las ideas más seductoras que soy capaz de abrigar. ¿Qué me retiene? No estoy segura. Seguramente es el miedo, por lo demás no tengo nada que perder. Me he despojado ya de tantas cosas que amaba, de tantas personas que un día fueron importantes, que ciertamente da lo mismo. No soy muy arraigada, aunque estoy segura de que luego de algún tiempo en tierras extrañas, me pondría a cantar entre sollozos, y a todo pulmón: Qué lejos estoy del pueblo donde he nacido...

Cualquier día de éstos me iría muy lejos con todo gusto, sólo para darme cuenta de que las personas tienen los mismos problemas en todos lados, de que sin importar a dónde llegue, los gestos de alegría, enojo o tristeza son los mismos en la gente amarilla o negra. Pasaría muchas horas mirando los atardeceres y los cielos del más allá. Y al volver, lo vería todo con otros ojos.

martes, 23 de marzo de 2010

¡Sobrinos, por favor!


He notado que este mundo está muy escasamente poblado.

Bueno, ya. La mera verdad es que ya se me cuecen las habas por tener a quien malcriar: quiero sobrinos. Lamentablemente, mi hermana ni novio tiene, ash. No se atrevan a aconsejarme que tenga hijos, por favor, eso da asco (además, por el momento vivo en la soltería más abyecta).
Pero quiero experimentar todas las cosas buenas que los mocosos pueden ofrecer, se me ocurren varias que hacen suspirar: huelen rico, se les puede vestir y peinar ridiculamente y se ven adorables, se ríen con extrema facilidad, y lo que más me gusta, siempre te miran a los ojos. Mientras no aprendan a hablar, les puedo apachurrar los cachetes a gusto. Ah, tengo muchas ganas de leerle cuentos, ponerle música, llevarlo al cine, comprarle dulces y juguetes.
Pero como dije antes, hijos no. Siempre he sabido que no quiero ser mamá, sólo de pensarlo me dan arcadas. Y tengo mis razones:
Mi vida profesional es muy importante como para sacrificarla por un hijo, y Dios sabe que los niños necesitan que les dediques mucho tiempo (que prefiero usar para ir al cine o para leer).
Es muy caro (me gusta más gastar en mi que el los demás).
Los bebés siempre arruinan el romance.
Mi mamá es tan, pero tan buena, que no creo poder superarla.
No hay manera de decirle a alguien que no haga lo que yo hago siempre.
Guácala con lo de cambiar pañales.
Me gusta dormir tranquila.
No tengo instinto materno, la idea de los sobrinos me gusta porque sólo implica las partes buenas del asunto.
El embarazo debe ser un tormento.
Ya somos muchos aquí.

miércoles, 17 de marzo de 2010

¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?


Digo que no puede decirse el amor
el amor se come como un pan
se muerde como un labio
se bebe como un manantial

Jaime Sabines

Como concepto está tan manoseado que algunas veces hasta flojera da pensar en él. Sin embargo, no puedo dejar de abordarlo, finalmente todos lo buscamos —aunque nos cause un poco de vergüenza admitirlo—. Ya me pasé muchos años diciendo que para mi, el amor era puro cuento, un invento de los publicistas, un argumento para coger... luego me dio por la fe y ¡qué bonito! Después nada, pero la cosa es que mis ideas han cambiado.

Ahora pienso que "te amo" es una frase muy grave [ah, que pinche ñoña soy]. Siempre cae bien que alguien te lo diga, y qué maravilloso es tener ganas de decírselo a alguien; pero ¿qué significa? Porque hay que precisar que la calentura no es amor (carajo, ni se parece; no comprendo por qué algunos los confunden), que el cariño que nace naturalmente después de muchas horas de conversación, cervezas y cine con los amigos no es amor; y que definitivamente, la dependencia que sufre la banda que amenaza con suicidarse con cada ruptura no es amor.

Hay que apuntar que existe una diferencia entre amar y estar enamorado. Para ilustrarlo les contaré la historia de R. Lo conocí cuando tenía 16 años y estaba en primer año de bachillerato. Él estaba en último curso y cada mañana llegaba y lo encontraba recargado en el mismo sitio, instalado en su pose de chico malo. Me ponía tan nerviosa que no podía ni hablar cuando estaba cerca de él, las pocas veces que conversamos me di cuenta de que no teníamos afinidad intelectual pero igual me encantaba. Era algo químico. Una vez salimos, fuimos a jugar billar (¡qué emoción!) se acercó para besarme pero yo, pendejamente, me quité. Después él salió de la escuela y no lo vi más. Bueno, se queda en lo anecdótico, pero el chiste es que jamás me volví a poner nerviosa con nungún tipo por mucho que me gustara (me encantaría volver a experimentar esa sensación adolescente). Creo que ese es un buen ejemplo de enamoramiento, palabra que bien podría ser sinónimo de aturdimiento.

Luego tenemos "lo que viene siendo amorrr", que después de darle muchas vueltas, creo que se relaciona con la aceptación total de una persona. Pongamos otro ejemplo, hace algún tiempo hablaba con una amiga que decía que ya no le apetece sexualmente su novio porque ha ganado peso (!). Enseguda pensé "es porque no lo ama" y recordé el caso de J, un novio que tuve. Oh, no sabía que podía ser tan cursi; le enviaba mensajes que decían cosas del estilo "eres hermoso como un amanecer", o "te amo porque sabes convertir miradas en sonrisas, sonrisas en suspiros y suspiros en soles".

Cuando lo conocí tenía un cuerpo atlético, pasaba horas en el gimnasio, pero después de unos seis meses de bajonear con pizza de peperoni, cheesecake y otros caprichos altos en calorías, pues se puso gordito. Yo lo seguía amando locamente, me hubiera valido madre que se quedara calvo. Recuerdo que cuando llevábamos como dos o tres meses me fui de viaje a Argentina y me sorprendió lo perros que son los porteños, en Cuba lo entendía porque todos te ven cara de pasaporte, pero en Buenos Aires recibí tantas "ofertas masculinas" de sujetos tan guapos que me resultó difícil resistir, ah pero yo amaba a mi novio y pus no le puse el cuerno [seguro que no hubiera estado mal]. Eso es amor del bueno, chingá. En fin, que luego terminamos, pero igual me gustaría volver a sentir eso —por alguien más—, y que sea mucho tiempo por favor.

Muchas personas se pasan la vida creyendo que van a ser verdaderamente felices sólo cuando por fin encuentren a la persona que las complemente, a su "media naranja" (como si las personas fueran sólo una mitad). Ese argumento me parece muy sospechoso. Yo digo que no, para mí que la felicidad depende de cada quien, hay que moverse de un lugar en el que no te sientes cómodo, hay que buscar ocuparte de lo que es importante para ti. Para mi la felicidad es una responsabilidad, pues.

Y sí, encontrar una pareja es importante, pero hay que saber distinguir entre amar, estar enamorado, obsesionado o nomás obstinado. Porque cuando amas de verdad, eres bueno, por eso san Agustín decía "ama y haz lo que quieras"; por muy ñoño que parezca, es algo sagrado. Pero cuando estás enamorado eres idiota, y cuando estás obstinado cuídate de no acatarrar.

*La ilustración es de Alex Gray, quien pronto viene a México.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Así es la vida


Cuando sucede algo espantoso o inesperado, toda la gente se apresura a usar la ingeniosísima frase acuñada para esas ocasiones: "Así es la vida". Yo misma la utilizo todo el tiempo, casi siempre en tono irónico. Y es que por alguna razón misteriosa, siempre hay asuntos que resolver —cómo me revienta eso—, quisiera tener al menos un mes de paz absoluta, pero no.
Si todo está bien en el trabajo, algo sucede con la familia, tienes que dejar de hablarle a tu hermana o un amigo amenaza con suicidarse; cuando crees que encontraste al amor de tu vida, lo más seguro es que se escape tu perro y lo atropelle un camión repartidor de productos Bimbo [claro está que cuando te repongas de lo del perro, notarás que te equivocaste con eso del amor de tu vida].
Siempre pienso que la vida es una cosa virtual, algo así como un videojuego. Recorres a toda prisa el caminito, debes decidir hacia dónde ir (la vida también tiene música de fondo), siempre aparecen nuevos personajes, amigos o monstruos con lo que debes batirte mientras ganas estrellitas o pierdes poderes. Tienes que estar muy atento a los detalles y nunca hay error impune.
Por eso (y nomás por eso) trato de portarme bien, aunque todavía no me sale...

viernes, 5 de marzo de 2010

Los otros, un problema

En alguna medida, a todos nos resulta complicado vincularnos con los demás, puede que se lo debamos a la torpeza en materia de empatía inherente a los seres humanos. No nos damos cuenta de que estamos atrapados en el mundo propio, en nuestros pensamientos recurrentes y en absurdos cotidianos como la quemada de lengua con el café de la mañana, los deseos de ir de vacaciones o la junta que tenemos en la agenda.
Muchas veces he pensado que sería más feliz si no tuviera que tratar con tanta gente todos los días, pero es mentira. Voluntaria o involuntariamente, hablamos con cientos de personas cada semana sin que ésto tenga la más mínima importancia. Es muy común que los cajeros del banco sean groseros, y nada se puede hacer al respecto. Pero a un nivel más íntimo, hay que hacer grandes esfuerzos para entender que un buen amigo conteste el teléfono como recepcionista menopáusica (o que no te conteste o te devuelva la llamada) cuando le marcas.
Son esos los detalles que me han hecho mandar a la mierda a mucha gente, bastó con un gesto insufrible —a mi arbitraria consideración— y me he dado la media vuelta para siempre. Sin embargo, de un tiempo a esta parte pienso que no se puede actuar así toda la vida. Después de todo, cada quién tiene su planeta y ahí se va a quedar, si podemos compartir algún tiempo, está perfecto.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Historias insospechadas


Todos pensamos alguna vez que algunas personas con las que interactuamos son sólo personajes limitados al campo en el que las conocemos, normalmente asuminos que nuestro dentista es sólo eso, no sabemos —y no tenemos por qué ni como enterarnos— que se está divorciando y sufre, o que el cerebro del director no secreta una sustancia y por lo tanto padece insomnio crónico, o que la recepcionista de la oficina está por celebrar su aniversario de bodas número 25.
Sin embargo, con un poco de suerte (o de mala suerte), algunas veces las personas se detienen a compartir sus historias simplemente para matar el rato, para desahogarse, para hacernos reír o porque no tienen a nadie más con quien hablar. Sea como fuere, cuando se presenta la oportunidad, siempre escucho de muy buena gana las aventuras festivas y tragedias de quien me quiera contar, me intereso sinceramente, pregunto qué sucedió después y luego digo lo mismo que los otros: "Qué maravilla", "yo habría hecho lo mismo", "lamento escucharlo" o "¡qué buena historia!".
Hace unos días supe cómo se casó la mujer de casi 60 años que viene una o dos veces a la semana a la casa de mi madre para ayudar con la limpieza, es una señora amable y se diría que hasta cariñosa que siempre se está quejando de que le duele algo. Ella vivía —de pura caualidad— en el mismo pueblo michoacano en el que nació mi abuela, aunque eso no es relevante. Tenía 17 años (la señora, no mi abuela), y andaba de novia con su ahora esposo. Una tarde salió con él creyendo que se dirigían a casa de su hermana (de él, no de ella), pero en realidad la llevó a un hotel, al que entró sin sospechar porque no sabía leer. Ahí le arrancó la ropa y la violó. No la sedujo, ni la convenció, no se pueden usar eufemismos.
Poco después se celebró la boda, porque así tenía que ser, ella usó un vestido azul, pos ya no era virgen, ¿verdad? Ni modo que se vistira de blanco. Tienen cuatro hijos y todavía están juntos, hasta que se mueran, no importa que todo comenzara con la ignorancia y el miedo.
Por fortuna también he escuchado historias hermosas, inverosímiles pero ciertas. Luego se las digo también, mientras tanto seguiré especulando acerca de lo que nunca me contarán los extraños.

jueves, 25 de febrero de 2010

Palabras más, palabras menos


Me gustan las palabras, me fascinan los diccionarios: Bilingües, técnicos, etimológicos, enciclopédicos, de dudas, de regionalismos; en la oficina siempre tengo a la mano el de sinónimos y antónimos. Pero mi favorito es en definitiva El diccionario del diablo de Ambrose Bierce, es ingenioso y perverso, las cualidades que más me atraen. Veamos algunas definiciones:

Amor: s. Insania temporal curable mediante el matrimonio, o alejando al paciente de las influencias bajo las que ha contraído el mal. Esta enfermedad —como las caries y muchas otras— sólo se expande entre las razas que viven en condiciones artificiales; las naciones bárbaras que respiran aire puro y comen alimentos sencillos, son inmunes a su devastación.

Diccionario: s. Perverso artificio literario que paraliza el crecimiento de una lengua además de quitarle soltura y elasticidad. El presente diccionario, sin embargo, es una obra útil.

Futuro: s. Época en la que nuestros negocios prosperan, nuestros amigos son leales y nuestra felicidad está asegurada.
Injusticia: s. De todas las cargas que soportamos o imponemos a los demás, la injusticia es la que pesa menos en las manos y más en la espalda.

Paciencia: s. Forma menor de la desesperación, disfrazada de virtud.

Desde hace algún tiempo, yo misma me he ocupado en elaborar una lista que denomino "Palabras de la momiza", que incluye expresiones de mi abuela [y otras doñas y ñores] y que sería una lástima que cayeran en desuso. ¡Ayúdenme a rescatarlas!

Cotorrear: v. Gozar, divertirse.

Chipil: adj. Dicho de una persona. Sensible.

Modorra: s. Cansancio.

Achicopalado: adj. Dicho de una persona que está triste.

Tarugada: f. Dicho o hecho tonto.

Itacate: m. Provisión de comida.

Argüende: m. Escándalo.

Emperifollado: adj. Dicho de una persona que va muy arreglada.

Algunas frases:

"Me va a dar el telele": Sufriré un colapso nervioso
"Ya chupó faros": Feneció
"Este cuate ya se ve muy traqueteado": Ese sujeto luce avejentado
"Estás dado al cuaz". Estás jodido
"Se me antojó una fritanga": Quiero comer chatarra grasosa
"Eres un fantoche": Eres presumido
"Tengo un titipuchal de trabajo": Tengo mucho trabajo

Y mi favorita de todas (gracias, mamá): "Estoy con el pendiente". Que significa "me siento preocupada".




martes, 23 de febrero de 2010

Cosas en las que ya no creo

1. El edificio con la cruz

Fui educada en la religión católica, estudié en colegios en los que además de las clases del programa, siempre nos daban religión. Al principio estaba muy interesada en ello, aunque sentía que muchas cosas nomás no cuadraban, me preguntaba cómo era posible que tres fueran uno, por qué teníamos que ir a un lugar especial para elevar plegarias si dios está en todas partes, no entendía cómo podía un padrecito perdonar los pecados y se me iba la vida en pensar que alguien observaba todos mis movimientos, eso sin mencionar el tema del infierno, el amor infinito y los tormentos eternos como que no son compatibles.

Mamá se esforzaba por arrastrarme a misa cada domingo (incluso contra su propia voluntad), sentía que eso era lo correcto. Yo simplemente me llevaba mi walkman o un libro y me ponía a leer durante la hora que duraba aquello. A los 13 decidí que no iría más, y creo que fue una de las mejores determinaciones. Me encanta creer en Dios, me hace feliz. Pero la iglesia me caga.

2. Los señores con los mejores sueldos en el país

Cuando era muy joven quería cambiar el mundo (como todos) y pensaba cándidamente que eso podía hacerse desde el mundo la política. Primero quería estudiar ciencias políticas, más tarde decidí que el periodismo era mejor idea. Durante la licenciatura pude percatarme de que el ejercicio periodístico está bien descrito por Kent Brockman en Los Simpson cuando un meteorito está a punto de destruir Springfield y, asumiendo que todo se va al carajo dice:

—Como periodista uno se entera de muchas cosas. En fin, todos estos son homosexuales…

Nunca podré olvidar los comerciales de terror durante las elecciones presidenciales en 2006.

Ya en el 2003 nos bombardeaban con estas joyas:


Lo que quise decir es que la política apesta. Lo cierto es que la gente [al menos la población joven] ya no está politizada como hace algunos años. Sólo quedó el desencanto.

Por eso me dedico al estilo de vida.

3. Lo que dicen los tipos

Es que pinches hombres, todos son iguales. Bueno, hay unos más iguales que otros.

jueves, 18 de febrero de 2010

Fotografías


Una de las ideas que me asaltan de manera recurrente es el profundo desconocimiento de mi misma: con frecuencia me sorprende descubrir algún gesto extraño en una foto propia y no puedo creer que esa sea mi voz cuando la escucho en una grabación. Ya decía Milán Kundera que somos los más grandes extraños para nosotros mismos, nunca sabremos qué nos hace simpáticos, atractivos o desagradables desde la perspectiva de los demás.
Lo mismo sucede con nuestras reacciones, no tenemos idea de qué vamos a decir o hacer en una situación determinada, pensamos por ejemplo, que si alguna vez nos encontramos en peligro correremos, y a la hora de los cocolazos nos quedamos petrificados.
Si esto sucede a pesar de que vivimos en nuestro pellejo, la cosa se complica necesariamente con los demás, de tal manera que recurrimos al viejo truco de las etiquetas. Es algo que pienso desde que vi Memento [Amnesia] hace algunos años, el argumento de la cinta es muy interesante; Leonard, el héroe, ha perdido la memoria a corto plazo, sólo recuerda lo que sucedió hasta el día en que su esposa fue asesinada y sólo piensa en vengarse. Para sobrevivir y consolidar su plan, se ha tatuado algunos mensajes importantes, y cada vez que conoce a una nueva persona, toma una fotografía instantánea y escribe al reverso un par de cosas que le sirvan como guía para la próxima vez que la vea.
Aunque nuestra memoria funcione bien, pienso que la de Leonard es una estrategia que todos desarrollamos para intentar comprender a los demás y relacionarnos con ellos. Según mi teoría, todo funciona de la siguiente manera:
1. Conocemos a alguien
2. Creamos un juicio de valor a partir de nuestras propias referencias
3. Le pegamos en la frente —o en la espalda— una o varias etiquetas
4. Nos comportamos de acuerdo con lo que hemos decidido que es el sujeto en cuestión
Suponiendo que pensamos que esa persona es simpática, seguro la vamos a tratar muy bien, ella lo va a notar y se portará amablemente también. Lo malo es que algunas veces pasa lo contrario, decidimos muy temprano en una relación que el otro es distinto, que es tonto, por decir algo. Luego lo tratamos como si lo fuera y naturalmente, luego no nos soportamos.
No digo que no existan personas infumables, sin embargo es patético invertir nuestro valiosísimo tiempo en pensar cosas desagradables del resto de los mortales.
Propongo pues, una solución ñoña y sumamente romántica que a mí siempre me funcionó: Si alguien te caga, piensa en qué se parece a ti, trata de conocerlo un poco más y comienza a tratarlo con cariño. No es nada fácil, porque como dice uno de esos idiotas grupos de Facebook, "cuando alguien te cae mal, todo lo que dice te parece estúpido", pero casi todas las personas tienen algo bueno que ofrecer.

lunes, 15 de febrero de 2010

Sospecho de todo

Siempre me gustó creer que hay algo truculento detrás de la versión oficial, por eso soy partidaria de las teorías de conspiración, cuando era niña prestaba atención a los que decían que la escuela había sido un convento —debo apuntar que esto era posible en mi escuela de monjas— y que ahí estában enterradas algunas "madrecitas" y entonces espantaban, es el lugar común más manoseado de todas las primarias pero igual pega.
Con el tiempo, mi afición por encontrarle tres pies al gato se volvió más sofisticada y ahora me gusta pensar en las trampas del sistema y otras cosas del universo. De cualquier forma, sin importar si comparten o no mis perversiones, todos deben ver esto:




Por fin encontré apoyo a mis sospechas.