viernes, 5 de marzo de 2010

Los otros, un problema

En alguna medida, a todos nos resulta complicado vincularnos con los demás, puede que se lo debamos a la torpeza en materia de empatía inherente a los seres humanos. No nos damos cuenta de que estamos atrapados en el mundo propio, en nuestros pensamientos recurrentes y en absurdos cotidianos como la quemada de lengua con el café de la mañana, los deseos de ir de vacaciones o la junta que tenemos en la agenda.
Muchas veces he pensado que sería más feliz si no tuviera que tratar con tanta gente todos los días, pero es mentira. Voluntaria o involuntariamente, hablamos con cientos de personas cada semana sin que ésto tenga la más mínima importancia. Es muy común que los cajeros del banco sean groseros, y nada se puede hacer al respecto. Pero a un nivel más íntimo, hay que hacer grandes esfuerzos para entender que un buen amigo conteste el teléfono como recepcionista menopáusica (o que no te conteste o te devuelva la llamada) cuando le marcas.
Son esos los detalles que me han hecho mandar a la mierda a mucha gente, bastó con un gesto insufrible —a mi arbitraria consideración— y me he dado la media vuelta para siempre. Sin embargo, de un tiempo a esta parte pienso que no se puede actuar así toda la vida. Después de todo, cada quién tiene su planeta y ahí se va a quedar, si podemos compartir algún tiempo, está perfecto.

1 comentario:

  1. Entiendo que interactuar... está de la chingada. No voy a usar eufemismos. A mí me cuesta. Ya lo sabes. Peeeeero, con todo y todo, compartir está de 10. Lo reconozco. Listo.

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