miércoles, 30 de marzo de 2011

La trampa de la eternidad


¿Quién escribirá la historia de lo que pudo haber sido? Pregunta Calamaro para comenzar la primera canción de Honestidad Brutal, un disco que cumple con esta obligación de la verdad (que a veces es también una necesidad).

Hoy, amable lector, vamos a revisar —como hemos escudriñado hasta el hartazgo— la compleja y manoseada idea del cambio. Como siempre, un ejemplo perfecto para explicar lo que quiero son las relaciones humanas. Creo que todos podemos estar de acuerdo con que una de las cosas más excitantes que nos ocurren en la vida es conocer a alguien con quien, por alguna razón, nos sentimos identificados y cómodos. Es entonces cuando, quizá por un segundo, alcanzamos [o pensamos alcanzar] la comunión, y nos decimos a nosotros mismos: ojalá esto dure para siempre.

No nos damos cuenta de que esta idea es solamente una fantasía, que como dice San Agustín, hay dos cosas terribles que pueden sucederle a alguien, la primera es vivir una vida sin esperanza; y la segunda, que quizá sea la peor, es creer en una esperanza sin fundamento. Nos proponemos vivir intensamente cada segundo porque observamos que la vida transcurre rápidamente y, sin embargo, la mente se nos va con frecuencia hacia estas ensoñaciones, trampas del sistema de pensamiento, que nos invitan a seguir a una liebre coqueta: la idea de lo continuo. ¡Y no! Todo se acaba y, oh hermanos míos, eso es perfectamente normal.

Y es que, el solo concepto de eternidad nos cuesta trabajo con nuestra mente finita (o condicionada a la finitud): podemos quizá pensar en algo que no tiene fin, pero plantearnos una cosa que ha existido siempre es todo un parto. "Que una cosa que permanece en reposo seguirá manteniéndose así a menos que algo la perturbe, es una verdad de la que nadie duda; pero que cuando una cosa está en movimiento continuará moviéndose eternamente, a menos que algo la detenga, constituye una afirmación no tan fácil de entender aunque la razón sea idéntica", explica Thomas Hobbes en el Leviatán.

Entonces, me quedo con la máxima de Hefeso: Todo fluye, nada permanece.

Lo único permanente es el cambio... nomás que si tratan de encontrar para un billete de mil pesos, les deseo suerte, es casi como no traer dinero.

martes, 29 de marzo de 2011

Una clase de amor

La amistad es el amor sin sexo
Woody Allen

Alta, delgada, de ojos verdes y sonrisa amplia. Hace unos días la soñé y luego fui a buscarla. Esto va a sonar muy gay, pero usted me entiende, querido lector, ella era la chica más linda y lista, dulce y ocurrente de toda la prepa. Pos sí, la veía con cariño: era mi mejor amiga. Pasábamos tanto tiempo juntas que puede decirse que muchas veces vivía en mi casa; desayunábamos, comíamos y cenábamos juntas. Mirábamos películas, íbamos al mercado, al gimnasio, hablábamos horas sobre lo que sea; casi siempre el tema de conversación giraba en torno de especulaciones sobre el futuro —léase, el hoy—. Que si yo iba a ser filósofa, que si ella quería nueve hijos, que si fulanito le mandó una carta de declaración, que si iba a tener que tomar clases particulares de matemáticas porque las integrales nomás no eran lo mío. Pasaron 10 años desde entonces.

Salió envuelta en una bata y me saludó con efusividad. La encontré distinta, quizá un poco abrumada por las responsabilidades; me habló del poco tiempo libre que le queda, de sus no planes para casarse con el novio de los últimos cinco años; le dije de la muerte de mi abuela, de este trabajo, de la familia. Me dirigía a alguien que tiene que ver con aquella, pero que no es la misma, y al mirarme, también me descubrí otra. Entiendo que nunca será como entonces, ya no tenemos tiempo, tal vez dejamos de compartir ciertas ideas; pero por un momento, mientras hablaba con ella, puede ver por un instante el destello de aquel enorme cariño que sentí por ella y todavía me ilumina. Con Yanira aprendí algunas cosas sobre el valor del compañerismo.

Como esta historia de amor —porque la amistad es una especie de amor— puedo relatar varias más. He tenido y tengo la fortuna de vivir y disfrutar la compañía de varias personas especiales a quienes agradezco su simpatía. Felizmente, en la medida en la que ha pasado el tiempo, encontré amigos a los que también adoro y con los que tengo mucho amor sin sexo.



sábado, 26 de marzo de 2011

Toda la vida


Llegó la hora de cambiar de cartera, de obtener una nueva licencia de manejo, de sacar otra credencial de elector. No, no es el ánimo de renovación —efectivamente, una constante en mi existencia—, es sólo que anoche me sacaron la billetera del bolso en Zydeco.

Poco me importa, pese a que he tenido mucho trabajo los últimos días, ando de buenas. Estoy atravesando por lo que he denominado "un estado de optimismo exacerbado no romántico". Uno de mis secretos para ser feliz es encontrar el lado bueno de la vida y para todo. —¿Qué importa si debo ir a reponer las credenciales si saldré mejor en las próximas fotos? Me dije, con todo y que, como sabemos, nadie luce decente en los documentos oficiales.

"Puedo llevar toda la vida esta placa metálica en la clavícula", me dijo un amigo cuando relataba, orgulloso de sus pesquisas, la historia de una fractura. Además de pensar que no está bueno tener metal en el cuerpo, me clavé en la idea primera de su frase, que resonó varios minutos en mi mente: Toda la vida, toda la vida, toda la vida.
¡Qué expresión tan vaga y contundente! La estela mental del concepto me llevó a preguntarme ¿Hablamos de 34 años a partir de ahora? ¿O vas a vivir otros 50? Me fascinó el chorro de luz que alumbró por un instante la secuencia fotográfica imaginaria de las posibilidades que implica andar en este mundo por ese tiempo. Y me sentí dichosa también por lo que he tenido la fortuna de experimentar.



lunes, 14 de marzo de 2011

Una suerte de alquimia


Mientras preparo la masa para una pizza pienso que cocinar es un verdadero acto sagrado. Una auténtica suerte de alquimia.

Amaso, y la harina junto con el resto de los ingredientes toma consistencia y me obedece (sólo debo ser paciente y hacerlo con amor siguiendo el procedimiento cuidadosamente). Poco a poco, la masa adquiere la forma que ordeno... Así es también nuestro destino.

Cada ingrediente me cuenta una historia y me conduce hasta un sitio remoto, a veces poético; en otras ocasiones bárbaro. ¿Qué sería de la comida italiana sin jitomates de encendido color rojo y gusto ligeramente ácido? Originarios de América, fueron alguna vez temidos pues se pensaba que contenían un veneno letal. En la levadura para la base de mi sope siciliano está presente también en la cerveza —y ¿qué sería de la vida sin esa bebida de los dioses?—. Otro día, pienso, voy a preparar empanadas, el ingrediente secreto es la chela. Luego miro las aceitunas, frutos ricos en aceite que suavizan y humectan la piel. El queso despide un delicioso aroma. ¡Todo es mejor cuando le agregamos queso!

Mientras la deposito en el horno mi creación, pienso que elaborar un platillo para un tercero constituye también un acto de amor. "Cuando te vi cocinar me derretí", me dijo un día R, que Dios lo tenga en la gloria. Aunque en ese momento sólo me pareció gracioso, el sujeto tenía razón, ¿quién puede resistirse a una buena pasta?. Tal vez éste es un gusto heredado o aprendido. Lo primero que hacía mi abuela al verme era ponerme delante un copioso plato de la deliciosa comida que preparaba. ¡Qué buenas costillitas de res en salsa verde con nopales!

Dios me bendijo también con una madre que cocina de campeonato. Desde sencillas preparaciones hasta sofisticados platillos que requieren precisión, arte, tiempo e imaginación. Eso no tiene precio. Y es que cuando cada bocado es un placer, la vida misma es deliciosa.


sábado, 12 de marzo de 2011

También quise ser poeta

Cuando llegue la noche
me arrancaré la piel
para ofrendarla
a la luz de tus ojos

feroces llamas devoran
mi rostro
y no consigues
reconocerme.

A un paso de la eternidad
tus manos me lanzan
al precipicio del silencio
donde habitan
el miedo y la soledad

un duende nos muestra
nuestra suerte
echada en las estrellas
del mar.

Me miras desde un sitio
apartado y pegajoso
y se me olvida todo

la lluvia se desliza
en nuestros cuerpos
teje cadenas
con nuestros cabellos.

Mejor olvida
lo que aprendiste
empezando por tu nombre
y termina por ayer

falso es tu tiempo de vivir
ya verás que si lo piensas
puedes desaparecer

tu sangre se torna espesa
y se tiñe de morado
cantando esperas
el amanecer.

Primavera del 2003

Primera necesidad

La música constituye una revelación
más alta que ninguna filosofía.
Beethoven


Alguna vez me regalaron un iPod shuffle de 1 MB. Luego compré uno de 8 color negro. Después regalé otro classic 180GB, luego de unos meses alguien extravió el mío. Entonces me prestaron el de 4 GB, lo devolví y compré uno con la misma capacidad que usé hasta recibí como un obsequio el que llevo conmigo, nano color rosa, 16MB. Mi reproductor de música se ha convertido en un producto de primera necesidad; como son las canciones mismas en mi vida.

Las frecuencias del sonido me hacen vibrar. Su mensaje me invita a moverme, a bailar; y más todavía: a sentir. La música tiene algo me me embruja, que me seduce y lleva a estados distintos e inhóspitos del alma. Acertadamente dijo Nietzsche alguna vez, "sin música, la vida sería un error". Se la encuentra en los rituales religiosos, en las fiestas, en el ejercicio y la meditación. Es como la poesía.

Con el tiempo he conseguido apreciar una amplia gama de ritmos que van desde algo melancólico y alegre como el son jarocho, hasta una melodía suave y placentera. Pronto habrá otro concierto, otra sesión de baile.

jueves, 3 de marzo de 2011

Todo cambia, yo también

Pensaba que la eutanasia es una buena solución. Apasionadamente argumentaba que nadie debería estar condenado a sufrir. Era una ferviente seguidora de las normas indoloras y el culto al hedonismo. Luego descubrí el carácter sagrado de la fatalidad en la vida y cambié de parecer. Recuerdo incluso haber intentado disuadir a un amigo de sacrificar a su perro enfermo de cáncer, "es su karma y debes respetarlo", le dije. No me hizo caso.

Algo semejante me ocurrió con el tabaco, me gustaba; después advertí que me mataría. Algunos dejan de fumar con hipnosis, otros recurren a los parches, chicles de nicotina o al valor mexicano. Yo deseaba dejarlo y lo conseguí gracias a una fortísima bronquitis hace casi ya tres años; claro que también tuve que ser fuerte, cuando recuperada, veía de cerca cómo lo disfrutaban mis amigos, compañeros de oficina y demás... ¡Cómo se me antojaba una calada! Después vino el asco. Me volví hipersensible y no toleraba el humo cerca de mi. Ahora que estoy en la fase tres encabezo una campaña contra el apestoso vicio del tabaco. Mentira. Sólo molesto a la banda que fuma.

También fui hippie. De muy joven estaba convencida de que el dinero no es tan importante —pos sí, no pagaba las cuentas—. Luego me percaté de mi absurdo: La buena vida es cara. Hay otra, pero esa no es buena. ¡Qué bonito es comer en un buen restaurante, dormir en sábanas de 10 mil hilos, usar tecnología de punta!

Perdí tantas veces mi postura que terminé por ganar la sola convicción de que continuaré haciéndolo. Es mi vida.