martes, 25 de mayo de 2010
Hola y adiós
En la rutina, quizá. Si nos topamos con gente conocida en cada esquina es probablemente porque no podemos (o no deseamos) escapar de los hábitos que hemos construido cuidadosamente a través de los años. O acaso la respuesta se esconde en la magia de la vida, en el hecho de que hay momentos en los que precisamos algo que ha de darnos esa persona con la que hemos dado de frente. Aunque probablemente sea sólo la fatalidad, la fuerza de lo inevitable.
Como sea, lo que realmente me obsesiona es la forma en la que las personas salen de mi vida. Cuando nos sentimos felices al lado de alguien, simplemente esperamos que eso dure para siempre, no nos damos cuenta de lo absurdo de esa idea. Al cabo de un tiempo, las cosas se rompen o se cagan. He pasado horas analizando este proceso, utilizando para ello, múltiples casos de mi propia historia.
Siempre ha sido doloroso. Con los años y los truenes (con amigos y parejas) lejos de considerarme una experta en rupturas, puedo decir que cada vez es un poco peor. Pero vamos a las razones: he mandado al carajo a los que consideré traidores, a los que estafaron mi confianza y mi cariño. Supongo que los que se alejaron de mi pueden alegar lo mismo, aunque en mi defensa diré que procuro ser leal.
Cada despedida arrastra tantos recuerdos hermosos, tantas herencias. La gente se va, pero nos deja un poco de lo que son; una alegre canción, alguna filosofía, el gusto por la comida china... Yo hago votos por haber dejado algo bueno tras de mí en aquellos que llegaron a conocerme. Me disculpo si a veces no lo logré.
Lo que nunca entendí es el cuento de la gente que permite que sus relaciones se desgasten, que mueran lentamente. Eso nunca me pasó. Veremos si un día sucede. Después de todo, se encuentra uno de todo en esta vida. Eso es lo mejor (a veces lo único que vale para mi), nunca sabemos lo que vendrá.
lunes, 24 de mayo de 2010
Tenemos tiempo
Hace un par de meses, un físico (esos tipos sí que saben cómo funciona el mundo, jojo) me contó que según la teoría de cuerdas, el tiempo puede ser considerado como una dimensión más. Hace ya varias décadas, Einstein explicó que puede comparársele con un río, pues en algunos puntos del universo, corre a gran velocidad, mientras que en otras, va más lento, incluso a veces es caótico.
Yo me lo imagino caudaloso, supongo que atraviesa montañas, llanuras y desemboca en una cascada que luego termina en laguna [cuando me recreo con estas imágenes mentales, no puedo evitar recordar a Bob Ross]. Como todo río, éste tiene veloces corrientes internas, aunque en algunos tramos es más bien lento, por la noche sube la marea por el efecto que la luna ejerce sobre él.
Me llama la atención la actitud que las personas toman con respecto del tiempo, mientras muchos viven en el pasado, atormentados por
viernes, 14 de mayo de 2010
Es cierto
Joaquín Sabina
Procuro decir siempre la verdad. Lo hago, ciertamente, porque considero que es una manera de evitar problemas futuros, se puede decir que soy muy marica y en ello radica el secreto de mi honestidad. Cuando tengo que mentir, me invento las cosas más inverosímiles, así me divierto. Muchas veces consigo que se traguen mis cuentos, tengo crédito porque como dije antes, los que me conocen saben que soy de fiar… luego termino siempre por confesarlo todo. Soy mejor que mi reputación.
Pero volvamos a la vida cotidiana: Supongamos que me encuentro tomando café con un amigo, debo relatar algún acontecimiento que tuve ocasión de presenciar, trato entonces ir paso por paso, me concentro e intento apegarme a los hechos. De pronto me doy cuenta de que abuso de ciertos recursos, digo cosas como “desde donde me encontraba pude ver…”.
Al otro día, mientras tomo un baño, hago una de mis reflexiones habituales (lo que quiere decir que le doy vueltas a las cosas hasta que surge una idea súper volada) y concluyo que pude haber estructurado la misma historia de mil formas distintas, alterando la experiencia sólo en detalles nimios que no pudieran considerarse de forma alguna mentiras, simplemente posibilidades. Es decir, pienso que cuando ocurre un acontecimiento específico, hay muchas cosas que pudieron haber sucedido en su lugar, lo que implica que de alguna manera, la mentira ocupa un sitio más importante en el campo de lo posible que la verdad misma.
Uno de los temas de debate más recurrentes durante mi paso por la escuela de periodismo era, como sabrán, el de la existencia de la objetividad. Naturalmente, siempre defendí el derecho a ser parcial, ííí’ñor. Si Protágoras dijo que el hombre es la medida de todas las cosas, afirmo que soy yo la medida de todas las cosas. Y siempre estoy pensando en lo mismo, Shopenhauer tenía razón: El mundo en que se vive depende, ante todo, de la interpretación que se tenga de él. Y nadie tiene el absoluto, somos seres inacabados, estamos siempre aprendiendo, apuesto la cabeza a que moriré sin haber visto todo lo que hubiera querido.