sábado, 5 de mayo de 2012

Del dolor


No puedo dejar de pensar en él desde que ayer por la tarde, mientras salía de casa apurada, quedó atrapado entre el quicio y la pesada puerta metálica del ascensor. El opuesto derecho es muy importante en mis tareas cotidianas; el dedo con el que me peino, giro la llave para acceder a mi apartamento, abrocho los botones de blusas y pantalones, me ayuda a comer la sopita y tantas cosas más. Pero por ahora, este integrante de mi cuerpo, habitante rebelde de mi mano que sabe hacer tantas cosas, sólo duele.  


Con los ojos abiertos en la oscuridad de la noche era incapaz de relajarme, de pensar en nada, ocupando el centro silente de mi yo, palpitaba. Yo le di toda mi atención por unas horas, y con todo me mantuvo sin dormir; ya le había dado hielo y agua tibia con sal, paracetamol e incluso diclofenaco en gel. Entonces me aventuré por las calles de Palermo para dirigirme al hospital; aunque cuando Miguel lo propuso horas antes me pareció exagerado, poco antes del amanecer, la idea había tomado matices verosímiles. 


Una vez fuera de casa, ataviada con la insospechada combinación del pantalón del pijama y la chamarra de piel, choqué con varios enfiestados y puse los pies en la tierra. En la farmacia me dieron Naproxeno, luego volví a la cama y conseguí un poco de paz. Todavía me tiene sufriendo —no tan poquito— no recuerdo la última vez que sentí un dolor de esta intensidad. 


La experiencia me hizo pensar en que una agonía así es comparable nada más que con lo que se siente el abandono, la traición, la muerte de una persona amada y esas cosas del corazón. En eso se parecen el dolor físico y el otro (como le llamo por no encontrar una palabra mejor), no nos permiten mirar nada más y después pasan. Así que es cierto: si sabemos andar por camino, a la larga los recuerdos no están más vinculados con el sentir, y ¡qué bueno!


Espero que en un par de días habrá cedido un poco la inflamación. 





2 comentarios:

  1. En otro tiempo te hubiera podido ofrecer un poco de "reiki", "chi-kung", o como quieras llamarle; ha demostrado ser alivio para gripas, migrañas y machucones de dedos, pero me temo que la distancia lo hace imposible.

    Suerte con tu dolor y, así como en el amor, lloras cuando te hace daño, y cuando te abandona lo extrañas jajaja.

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  2. Es así, uno no se da cuenta hasta que pierde la posibilidad de utilizar algo que antes ni se acordaba que tenía. Lo bueno es que estabas en un barrio que te da las posibilidades de tener todo cerca. Yo también tuve un alquiler temporario en Palermo y fue la mejor época de mi vida. Es como que me sentía tranquila de que tenía en cualquier momento todo cerca por si me pasaba algo!

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